miércoles, 14 de febrero de 2018

Pueblos entre campos I : el otro lado del río Jarama

11-02-2018

El afán de aventuras y la necesidad de conocer sitios nuevos nos lleva siempre a desplazarnos a lugares lejanos, guiados por nuestra idea preconcebida de que los lugares más estimulantes siempre se encuentran fuera de nuestro entorno. Saliendo de la puerta de casa y sin invertir tiempo ni recursos en desplazamiento, hemos re-descubierto un área próxima a Madrid donde disfrutar de caminos muy ciclables, suaves colinas y vistas bastante impactantes. Caminos por los que se respira el pasado, donde encontrar calma y la posibilidad de evadirse de la presión y el estrés de la gran urbe.


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Índice IBP: 35-MTB

Partimos del lado Este de la ciudad, desde la Feria de Madrid, y al poco de salir podemos empezar a disfrutar de las primeras zonas de campos y lugares desde donde aún se avista la sierra de Madrid en la lejanía. Son campos muy adulterados, modificados por la mano del hombre para moldear la orografía a la voluntad de los nuevos barrios que se han ido extendiendo conquistando el terreno de la periferia. El primer contacto de nuestras ruedas con la tierra lo tenemos en el parque de Valdebebas (Felipe VI), por donde cruzamos por la zona del río, para salir por el otro extremo al arroyo de Valdebebas, que flanquearemos alrededor de un kilómetro para, posteriormente, cruzarlo junto con la última faja de campo que aún sobrevive (casi intacto) como era hace unos 40 años, cuando alguien dibujó sobre una fuerte colina un improvisado circuito de motocross.

Tras bordear el Encinar de los Reyes y pasar por una finca hípica, recorremos el camino paralelo a la autovía M-12, que rodea la Terminal 4 del aeropuerto. Para abreviar un poco y evitar algunos charcos, cruzamos esta misma autovía y hacemos un pequeño tramo por el arcén dirección a Alcobendas, saliendo en la primera salida que nos ofrece un nuevo camino de tierra (la opción de campo se trata de seguir por el mismo margen de la carretera hasta un puente peatonal, que nos cruza hasta este camino). El antiguo camino por el que nos adentramos, la colada de los Toros, nos sumerge más en los antiguos campos de labranza de las afueras de San Sebastián de los Reyes, hoy abandonados, dejando cada vez más atrás los altos edificios y el tráfico intenso, rodeándonos de sembrados y colinas solo cortadas aquí y allá por alguna carretera que lleva a alguna parte.

Cruzamos la M-50, la vía más grande que nos vamos a encontrar por esta zona hasta nuestro regreso. Los campos son abiertos, la sierra se hace más presente en el horizonte, no hay grandes poblaciones que nos hagan de pantalla. Recorremos caminos suaves, casi planos, de vez en cuando nos cruzamos con alguien pero nos vamos sintiendo cada vez  más solos.


Avistamos a los habitantes de estos campos...una corneja aquí, una cogujada allá, algunos conejos más adelante...vamos cruzando arroyos...nos fusionamos con la tierra. Tenemos que cruzar el río Jarama y eso nos devuelve al tráfico por un pequeño lapso de tiempo. Reactivamos los radares de proximidad y el estado de alerta.

Volvemos a pisar tierra. ¡Qué descanso! Atacamos las primeras colinas de cierto grado para encontrarnos, al coronar, con la primera ubicación, Cobeña. Incrustada en el valle del arroyo de las Quemadas desde tiempos de los romanos, la fundaron como tal los árabes en el siglo X. Los campos que pisamos son zona especial de protección de aves (ZEPA) y, si estamos atentos, podremos avistar fácilmente algún aguilucho cenizo, perdices, chovas o alguna corneja, aunque la principal protección se centra en las avutardas, seriamente amenazadas y muy difíciles de ver.

Recorremos un corto tramo por el camino que acompaña al arroyo y entramos en el núcleo urbano para, seguidamente, volver a salir en busca del siguiente camino que nos volverá a situar, colina arriba, a medio camino entre Cobeña y Ajalvir. Justo cuando cruzamos la M-100, de nuevo alcanzamos el final de la subida más intensa y larga de la ruta. Valió la pena. Arriba hacemos un descanso con las vistas más espectaculares del recorrido, vistas 360º de la situación en la que nos encontramos.

Campiña eterna de cerros suaves hasta donde alcanza la vista por el Este, la sierra de fondo al Norte, Madrid se alza en el horizonte al Oeste, al Sur el amplio valle del Henares con el característico cerro del Viso. Desde esta meseta podemos distinguir gran cantidad de poblaciones salpicando la vasta llanura. Continuamos la andanza hacia el otro lado de la colina, dirección Ajalvir. En este lugar nos es difícil situarse varios siglos atrás, cuando no existían las carreteras que ahora cortan el paisaje, y todo era un manto de una sola pieza. Las poblaciones estaban cercanas para poder interactuar, pero lejanas para quienes por necesidad tenían que moverse a pie. Otros tiempos, otras maneras, otras necesidades....Llegados al núcleo, volvemos a rebotar como una piedra saltarina en un estanque, saliendo de Ajalvir por una zona de polígono. Volvemos a subir cerro arriba pasando por al lado del cementerio y una vez más podemos imaginar este lugar solitario a las afueras de este núcleo de origen similar a Cobeña.

Volvemos a escalar las lomas dirección a Paracuellos. Una gran brecha aparece ante nosotros, la M-50, y una vez superada y rodando un poco más por los campos, alcanzamos Parcuellos de Jarama. Entramos desde el Este, por las nuevas urbanizaciones que se han ido construyendo y, aunque no entramos en el propio núcleo urbano del pueblo, podemos apreciar lo característico de la construcción de esta villa en lo alto del cerro, rodeada de planicie al Sur y de barrancos. Nuestro camino lo bordea por una abrupta zona al Este, formada por varios arroyos que han ido horadando el terreno, dejando pequeñas colinas a la altura de la planicie y profundos valles. Por aquí podemos cruzarnos con alguna moto de enduro o algún quad, ya que es una zona perfecta para poder disfrutar de estas actividades.

Por último, antes del regreso a la ciudad y tras rodear la urbanización Altos de Jarama, descendemos de nuevo al río Jarama para recorrer un pequeño tramo por su orilla izquierda, quizá algo menos conocida y un poco más "salvaje". Los polígonos que rodean la M-111 han llegado muy cerca del margen, pero por suerte, aún podemos disfrutar un poco de su orilla.  

Sobre esta zona concreta del río, nos cuentan nuestros mayores, que han residido toda la vida en la zona de Hortaleza, vivencias ya lejanas de caminatas por los campos y baños en las cristalinas aguas del Jarama a la sombra de los sauces. ¡Cómo me gustaría transportarnos a esa época aunque sea por un tiempo! Los que hemos visto los campos mermar, y crecer el aeropuerto y las urbanizaciones, miramos con ojos nostálgicos, perfectamente capaces de imaginar cómo sería todo pero incapaces de poder disfrutar de ello.

Cruzamos el río de vuelta por una pasarela, aunque la imagen no es tan cristalina como en tiempos, podemos considerarlo un vergel, un pequeño paraíso para los que vivimos entre asfalto y hormigón.


Al otro lado, recorremos un tramo de la vía pecuaria que bordea el aeropuerto, que nos lleva directos al túnel que atraviesa el mismo. Realizamos la ruta en invierno, la temperatura es fresca, rondando los 16 o 17 ºC, pero nos llama la atención la diferencia de temperatura al atravesar las tripas del aeropuerto, a la salida nuestro cuentakilómetros marca 10 grados, mucho frío.

Antes de volver, recorremos desde Barajas lo que queda de otro antiguo camino que atravesaba el olivar de la Hinojosa, el camino viejo de Hortaleza. El camino está ahora truncado por una carretera de peaje de escaso tráfico, y el olivar se ha convertido en terrenos vacíos (que puede que un día se urbanicen) y en la ciudad deportiva del Real Madrid. En esta zona forestal se ha construido recientemente un pumptrack al que estuvimos tentados de entrar a dar un par de vueltas, pero nos pilló cansados y reservamos la experiencia para otra ocasión.

Para poder cerrar la ruta, recorremos terrenos reacondicionados como bosque urbano, y de ahí, salimos buscando, ya por calles, el parque Juan Carlos I, por donde cruzamos en un intento de buscar en la urbe lo más parecido a un camino en el campo. Tras esto, bordeamos el IFEMA para cerrar este bucle por la periferia de este lado de la ciudad, por su historia y habiendo sentido lo cerca que estamos de espacios naturales y atractivos viviendo en una gran ciudad como Madrid.