22-12-2013
Una vez más llegó la Navidad, y con ella, las celebraciones familiares, las comilonas de empresa y las reuniones entre amigos para despedir el año en un bar. Momentos de balance, de ir pensando las nuevas metas y propósitos para el año que viene, y de hacer la última fiesta, ruta, etc. del año. El frío empaña los cristales de casa, y ya se empieza a echar de menos esos días cálidos de verano. Nosotros por nuestra parte, tenemos una original y gratificante manera de despedir el año, motivada en gran parte por mi trabajo y la gente con la que comparto vida en él.
Índice IBP: 75-MTB, fiabilidad A
La empresa KBike, cuenta con tres tiendas distribuidas por Madrid (aquí podéis acceder a su página en Facebook) , y aunque trabajamos colaborando estrechamente, entre nosotros, los integrantes de la plantilla, siempre hay un teléfono o un ordenador para comunicarnos. Por eso, esta es la excusa perfecta para reunirnos una vez al año y compartir una de nuestras muchas y variadas aficiones: disfrutar de una buena ruta en bicicleta de montaña. Todos los años disfrutamos de esta ruta navideña "de empresa", pero además, este año ha sido el primero en que nos hemos aventurado a enrolarnos con el tándem, completando además una de las rutas más bonitas que nos hemos encontrado en la Comunidad de Madrid.
La primera huella la pusimos en Robledillo de la Jara, un pequeño pueblecito de unos 100 habitantes, situado en la cuenca del Lozoya, al borde de la provincia de Guadalajara.
Empezamos a dar pedales en la fría mañana, acometiendo la primera subida del día por la carretera que lleva a Puebla de la Sierra.
Tras dos kilómetros, cogemos una pista forestal que nos lleva hasta el pueblo de El Atazar bordeando por los altos la cola del pantano, donde vierte sus aguas el Río de La Puebla. En este tramo, entre curva y curva de la pista, se pueden encontrar algunos senderos interesantes, como el que nos llevó a hacer una emocionante bajada por un cortafuegos de poca inclinación y con terreno en buen estado.
Sobre el kilómetro 9, antes de llegar a El Atazar, se separa un camino que salva una pequeña colina y, nos lleva directos, a la carretera que baja hasta la presa (la opción sencilla sería llegar hasta el pueblo, y coger la carretera a la derecha. Esta otra opción tiene un poco más de "picante"). Alcanzada la carretera, volvemos a tener otra bifurcación: carretera como opción fácil y camino para disfrutar de pequeños retos, que son salvables 100%. Bordeamos de cerca las aguas del embalse y aparecemos, tras salvar una última colina, en lo alto de las características construcciones que hay en la ladera justo al lado de la presa. Aquí tomamos la carretera, por la que atravesamos la presa y acometemos unos 3 kilómetros de subida.
Encontramos, casi al final de esta, un cruce en el que giraremos a la izquierda dirección Patones, para terminar con el asfalto, y encontrarnos con el siguiente tramo de sendero.
Este es sin duda el más bonito de todos, un pequeño camino que nos abre paso entre la vegetación, bastante abundante en esta parte del recorrido. Para acceder a este sendero, tendremos que ascender unos 100 metros a pie por un cortafuegos que aparece a la izquierda de la carretera. Casi en el ecuador de la ruta, nos volvemos a topar con la carretera M-133, tomándola a la izquierda dirección El Berrueco. Por aquí discurrimos, durante casi cinco rapidísimos kilómetros, hasta encontrarnos con una pradera a la derecha donde retomamos el camino de nuevo.
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Con este tramo de carretera, salvamos una de las partes más duras de la senda del Genaro, que es prácticamente inviable en bicicleta.
A partir de aquí, el camino se hace muy llevadero, iniciado con una rápida bajada hasta el pueblo de El Berrueco donde, sin entrar en él, encontraremos un pequeño mirador y una pista de servicio del Canal de Isabel II, con la que conectaremos hasta apenas 6 kilómetros del final.
Durante estos 8 kilómetros de pista, encontramos restos de antiguas construcciones fácilmente salvables. También nos acompaña en todo momento el canal del Villar, a su lado, va serpenteando el camino por el que circulamos, generando múltiples posibilidades de circular por encima de él a lo largo de todo el recorrido, y obsequiándonos, en ocasiones, con bonitas postales de pequeños acueductos en rincones de densa vegetación.
Llegamos a final de la pista, donde cruza con la carretera M-127, que lleva de nuevo a Robledillo de la Jara, girando a la derecha. En este último tramo, cruzamos por carretera la presa del embalse del Villar, pequeña y encajonada entre dos pequeñas lomas. Ascendemos por el asfalto y, en menos de un kilómetro, volveremos a escapar de él por una amplia pista que aparece por la izquierda y nos llevará de vuelta directa hasta el inicio. El colofón final de esta bonita ruta fue, por supuesto, la comida de Navidad entre compañeros... ¡La tradición es la tradición!
La primera huella la pusimos en Robledillo de la Jara, un pequeño pueblecito de unos 100 habitantes, situado en la cuenca del Lozoya, al borde de la provincia de Guadalajara.
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Este es sin duda el más bonito de todos, un pequeño camino que nos abre paso entre la vegetación, bastante abundante en esta parte del recorrido. Para acceder a este sendero, tendremos que ascender unos 100 metros a pie por un cortafuegos que aparece a la izquierda de la carretera. Casi en el ecuador de la ruta, nos volvemos a topar con la carretera M-133, tomándola a la izquierda dirección El Berrueco. Por aquí discurrimos, durante casi cinco rapidísimos kilómetros, hasta encontrarnos con una pradera a la derecha donde retomamos el camino de nuevo.
A partir de aquí, el camino se hace muy llevadero, iniciado con una rápida bajada hasta el pueblo de El Berrueco donde, sin entrar en él, encontraremos un pequeño mirador y una pista de servicio del Canal de Isabel II, con la que conectaremos hasta apenas 6 kilómetros del final.
Durante estos 8 kilómetros de pista, encontramos restos de antiguas construcciones fácilmente salvables. También nos acompaña en todo momento el canal del Villar, a su lado, va serpenteando el camino por el que circulamos, generando múltiples posibilidades de circular por encima de él a lo largo de todo el recorrido, y obsequiándonos, en ocasiones, con bonitas postales de pequeños acueductos en rincones de densa vegetación.
