Tras la experiencia positiva de la primera mitad, y teniendo en mente la posibilidad de apuntarnos a esta marcha tan popular, esta vez decidimos hacer la segunda etapa del trazado siguiendo el sentido establecido para la edición de este año (recordamos que la primera la realizamos en el sentido del año pasado, que corresponde al segundo tramo del propuesto para el actual).
La salida se realiza igualmente junto al polideportivo, en esta ocasión vamos a parar directos al carril bici para subir hasta el alto de la llamada "Cuesta de la Encina", repecho final del carril. Aquí, resultó que el camino previsto iba paralelo al carril y, el acceso a este, se encontraba al pie de la cuesta, de forma que nos tocó hacer la misma subida dos veces.
Pisando ya en terreno blando, el trazado discurre por una pista en buen estado, que nos lleva a confluir con un tramo del Camino de Santiago, que sale de Colmenar dirección Cerceda.
Este tramo, posiblemente sea el más duro que hayamos recorrido en tándem en la comunidad de Madrid hasta la fecha, un auténtico pedregal lleno de escalones, surcos y piedras salientes del suelo que, aunque se hace muy emocionante, te lleva a plantearte dónde esta el punto límite de resistencia de un cuadro (afortunadamente descubrimos que debe estar mucho más arriba).
Tras algún tramo corto impracticable en el que tocó andar, y un par de momento de creer que íbamos a dar con la panza del tándem en tierra en varios escalones, el terreno mágicamente se suavizó para llevarnos a cruzar el Puente del Batán, un antiguo puente de origen medieval. A partir de aquí, se circula por pista de grava en buen estado por un trazado rápido. Circulando por esta zona, tuvimos un susto al salirse la cadena de la transmisión delantera yendo a alta velocidad, seguramente propiciada por haberla estirado al arrastrarla por uno de los escalones en el tramo anterior.
Tras cruzar la carretera M-618 (que va de Colmenar a Hoyo de Manzanares), nos adentramos en un sendero más estrecho y técnico aunque sencillo que, más adelante, desemboca en una pista super rápida, ancha y ligeramente descendente, que nos hizo gozar de los 60 Km/h por unos instantes.
Tras esto, y de una manera drástica, el trazado gira bruscamente a la izquierda y se convierte en un sendero estrecho de bajada vertiginosa y trialera por un terreno de tierra, con numerosos surcos que van cortando el sendero y que, en ocasiones, cruzamos de lado a lado como si de un "half pipe" se tratara. La sección no es muy larga, pero es estrecha y muy emocionante.
Más adelante, va a parar al Puente de la Marmota, tras una última bajada de gran inclinación con un par de curvas cerradas en zig-zag para rematar. Sobre este puente de tres siglos de antigüedad, tenemos unas vistas envidiables de la zona más al Norte del Monte de El Pardo, sirviendo éste de continuidad a la valla que rodea este territorio.
Es momento de caminar por un gran pedregal de subida, que es la calzada que baja hasta el puente, y después, disfrutamos de un sendero estrecho que rodea el Cerro de la Marmota, más o menos fácil en el que nos vamos encontrando pequeños pasajes de habilidad. Este camino sigue fielmente la valla de El Pardo, llevándola siempre a la derecha, estrecho al principio y más ancho al final.
Durante un tramo de subida, nos encontramos con un mirador donde podemos disfrutar de una imponente panorámica de la sierra con las poblaciones cercanas a sus pies.
Continuando, el camino, empieza a girar lentamente a la izquierda dirección Tres Cantos, y a bajar hasta encontrarse con el arroyo Tejada donde torna dirección Norte de nuevo para volver hacia Colmenar.
Sabíamos que íbamos a tener que cruzar el arroyo varias veces (llegamos a contar lasta 16 veces), así que íbamos mentalizados de que igual tocaba mojarse un poco los pies.
Nuestro primer encuentro con el río fue sencillo, el cauce era ancho y no tenía mucha profundidad de agua ni piedras, además de tener una losa de hormigón en la zona de vadeo, así que pasamos montados despacito y conseguimos no mojarnos nada, sólo salpicarnos un poco. Las siguientes dos veces fueron iguales, seguidas de otras tres en las que se cruza por unas losas con tuberías soterradas, por las que circula el agua a modo de pequeño puente. Los siguientes encuentros fueron similares, pero a partir de la mitad más o menos (ya perdimos la cuenta) la cosa empezó a complicarse: el arroyo cada vez estaba más encajonado, con lo que la anchura del agua era menor y por consiguiente tenía más profundidad, con alguna piedra más que al principio.
La primera vez que las facilidades desaparecieron fue al tener que vadear el río por el suelo desnudo (con todo lo que ello conlleva de irregularidades), al tener sólo una zona por donde se pudiera pasar, por lo que "de perdidos, al río" (y nunca mejor dicho). Pasamos montados y tocó mojarse los pies y empaparse los calcetines, no una, sino dos veces más. En uno de los últimos pasos, encontramos unos tacos de hormigón que sobresalían providencialmente del agua y nos facilitaron el paso andando.
El siguiente cruce fue quizá el más desconcertante (encuentro con el rebaño de ovejas
aparte). El río tenía en este punto una anchura de entre metro y medio y
dos metros y una profundidad indefinida al rededor de 50 o 60 cm, y una
velocidad de corriente que daba miedo...
Después de unos minutos de
deliberación, decidimos que nos pondríamos en manos del
destino, cruzamos con la marcha más corta para asegurarnos de que no
nos parábamos dentro y ¡a saco!....(no os podéis imaginar el susto de
las ovejas, que se pararon al otro lado a pastar cuando nos vieron
cruzar el río).
La última vez fue la más espectacular y la única en que nos bajamos para atravesar el río. Se cruzaba el cauce en diagonal y con buena profundidad, fue el cruce más complicado, cubría bastante miraras por donde miraras, había piedras grandes y ninguna zona clara por donde poder pasar montados, así que vimos una fila de piedras y metimos el tándem en el río (ahora sí que ya es todo terreno), usándolo como apoyo tipo "barandilla" para saltar de piedra en piedra hasta la otra orilla.
Después de este último punto crítico, el camino comenzó a ascender sacándonos del valle, cada vez más estrecho. En mitad de esta subida, hicimos un alto técnico para tomar un bocado y conseguimos una bonita foto de la ciudad de Madrid, entre las colinas que forman esta maravilla de paisaje.
El camino nos llevó hacia un puente por el que se cruza hacie el polígono de La Mina, desde donde podemos llegar directos a Colmenar. Desde allí ya veiamos dónde terminaba nuestro trayecto de la primera etapa, solo tibimos que recorrer una corta pero empinada bajada de pista, cruzar por el segundo de los pasos inferiores bajo las vias del tren, y acometer otra corta pero empinada subida para alcanzar el punto donde cesamos en el primer capítulo de nuestra aventura. Solo nos quedo recorrer el mismo tramo de vuelta por carril bici hasta el punto de inicio.
Ya completado todo el trazado de la marcha, llegó el momento de decidir si nos inscribíamos o no. La primera parte que hicimos no nos hizo dudar, aunque la tuviéramos que hacer en sentido inverso, no resultaba complicada. Pero viendo este segundo recorrido...no lo tuvimos tan claro.
No era tan sencillo, una cosa era hacerlo tranquilamente como una ruta de domingo, y otra dentro de una marcha, con los nervios y prisas y más gente circulando alrededor, atascos, caídas, y la presión de realizarla en el mejor tiempo posible, y finalizarla... Además, había que tener en cuenta que después de esta segunda parte (para nosotros, sin duda la más complicada por las zonas de dificultad técnica que hemos comentado), todavía queda la otra mitad.
Tras una ardua deliberación (pues la adrenalina y las sensaciones de la prueba aún nos atraían irrefrenablemente), contraponiendo dificultades técnicas y presiones contra adrenalina y competitividad, hizo caer la balanza el estado mecánico del tándem, ya que llevamos un año y medio haciéndole lo justo en cuanto a mantenimiento, y pensamos que se merecía un buen descanso y recuperación (el pequeño contratiempo y algunos ruidos en la transmisión y pequeños desajustes nos lo sugirieron), con lo que ya no podríamos apuntarnos a tiempo.
Aprovechando para hacerle al tándem un mantenimiento profundo, nuestra decisión fue la de no inscribirnos en la marcha, disfrutando los dos trazados como dos rutas independientes que, sin duda, merece la pena recorrer, tanto para los que busquen recorrer en tándem zonas de dificultad técnica de un grado medio-alto, como para los amantes de los paisajes naturales y los lugares tranquilos e idílicos.
Índice IBP: 63-MTB, fiabilidad B
La salida se realiza igualmente junto al polideportivo, en esta ocasión vamos a parar directos al carril bici para subir hasta el alto de la llamada "Cuesta de la Encina", repecho final del carril. Aquí, resultó que el camino previsto iba paralelo al carril y, el acceso a este, se encontraba al pie de la cuesta, de forma que nos tocó hacer la misma subida dos veces.
Pisando ya en terreno blando, el trazado discurre por una pista en buen estado, que nos lleva a confluir con un tramo del Camino de Santiago, que sale de Colmenar dirección Cerceda.
Tras algún tramo corto impracticable en el que tocó andar, y un par de momento de creer que íbamos a dar con la panza del tándem en tierra en varios escalones, el terreno mágicamente se suavizó para llevarnos a cruzar el Puente del Batán, un antiguo puente de origen medieval. A partir de aquí, se circula por pista de grava en buen estado por un trazado rápido. Circulando por esta zona, tuvimos un susto al salirse la cadena de la transmisión delantera yendo a alta velocidad, seguramente propiciada por haberla estirado al arrastrarla por uno de los escalones en el tramo anterior.
Tras cruzar la carretera M-618 (que va de Colmenar a Hoyo de Manzanares), nos adentramos en un sendero más estrecho y técnico aunque sencillo que, más adelante, desemboca en una pista super rápida, ancha y ligeramente descendente, que nos hizo gozar de los 60 Km/h por unos instantes.
Tras esto, y de una manera drástica, el trazado gira bruscamente a la izquierda y se convierte en un sendero estrecho de bajada vertiginosa y trialera por un terreno de tierra, con numerosos surcos que van cortando el sendero y que, en ocasiones, cruzamos de lado a lado como si de un "half pipe" se tratara. La sección no es muy larga, pero es estrecha y muy emocionante.
 |
| Por aquí tuvimos que bajar... |
 |
| Sendero estrecho de bajada |
 |
| Y por aquí también... |
Más adelante, va a parar al Puente de la Marmota, tras una última bajada de gran inclinación con un par de curvas cerradas en zig-zag para rematar. Sobre este puente de tres siglos de antigüedad, tenemos unas vistas envidiables de la zona más al Norte del Monte de El Pardo, sirviendo éste de continuidad a la valla que rodea este territorio.
 |
| Puente de la Marmota |
Es momento de caminar por un gran pedregal de subida, que es la calzada que baja hasta el puente, y después, disfrutamos de un sendero estrecho que rodea el Cerro de la Marmota, más o menos fácil en el que nos vamos encontrando pequeños pasajes de habilidad. Este camino sigue fielmente la valla de El Pardo, llevándola siempre a la derecha, estrecho al principio y más ancho al final.
 |
| Calzada que baja hacia el puente |
 |
| Y a seguir subiendo... |
Durante un tramo de subida, nos encontramos con un mirador donde podemos disfrutar de una imponente panorámica de la sierra con las poblaciones cercanas a sus pies.
 |
| Vista desde el mirador |
Sabíamos que íbamos a tener que cruzar el arroyo varias veces (llegamos a contar lasta 16 veces), así que íbamos mentalizados de que igual tocaba mojarse un poco los pies.
Nuestro primer encuentro con el río fue sencillo, el cauce era ancho y no tenía mucha profundidad de agua ni piedras, además de tener una losa de hormigón en la zona de vadeo, así que pasamos montados despacito y conseguimos no mojarnos nada, sólo salpicarnos un poco. Las siguientes dos veces fueron iguales, seguidas de otras tres en las que se cruza por unas losas con tuberías soterradas, por las que circula el agua a modo de pequeño puente. Los siguientes encuentros fueron similares, pero a partir de la mitad más o menos (ya perdimos la cuenta) la cosa empezó a complicarse: el arroyo cada vez estaba más encajonado, con lo que la anchura del agua era menor y por consiguiente tenía más profundidad, con alguna piedra más que al principio.
La primera vez que las facilidades desaparecieron fue al tener que vadear el río por el suelo desnudo (con todo lo que ello conlleva de irregularidades), al tener sólo una zona por donde se pudiera pasar, por lo que "de perdidos, al río" (y nunca mejor dicho). Pasamos montados y tocó mojarse los pies y empaparse los calcetines, no una, sino dos veces más. En uno de los últimos pasos, encontramos unos tacos de hormigón que sobresalían providencialmente del agua y nos facilitaron el paso andando.
 |
| Cruce con el arroyo Tejada... |
 |
| ...Y con las ovejas... |
Después de este último punto crítico, el camino comenzó a ascender sacándonos del valle, cada vez más estrecho. En mitad de esta subida, hicimos un alto técnico para tomar un bocado y conseguimos una bonita foto de la ciudad de Madrid, entre las colinas que forman esta maravilla de paisaje.
 |
| Vista de Madrid |
Ya completado todo el trazado de la marcha, llegó el momento de decidir si nos inscribíamos o no. La primera parte que hicimos no nos hizo dudar, aunque la tuviéramos que hacer en sentido inverso, no resultaba complicada. Pero viendo este segundo recorrido...no lo tuvimos tan claro.
No era tan sencillo, una cosa era hacerlo tranquilamente como una ruta de domingo, y otra dentro de una marcha, con los nervios y prisas y más gente circulando alrededor, atascos, caídas, y la presión de realizarla en el mejor tiempo posible, y finalizarla... Además, había que tener en cuenta que después de esta segunda parte (para nosotros, sin duda la más complicada por las zonas de dificultad técnica que hemos comentado), todavía queda la otra mitad.
Tras una ardua deliberación (pues la adrenalina y las sensaciones de la prueba aún nos atraían irrefrenablemente), contraponiendo dificultades técnicas y presiones contra adrenalina y competitividad, hizo caer la balanza el estado mecánico del tándem, ya que llevamos un año y medio haciéndole lo justo en cuanto a mantenimiento, y pensamos que se merecía un buen descanso y recuperación (el pequeño contratiempo y algunos ruidos en la transmisión y pequeños desajustes nos lo sugirieron), con lo que ya no podríamos apuntarnos a tiempo.
Aprovechando para hacerle al tándem un mantenimiento profundo, nuestra decisión fue la de no inscribirnos en la marcha, disfrutando los dos trazados como dos rutas independientes que, sin duda, merece la pena recorrer, tanto para los que busquen recorrer en tándem zonas de dificultad técnica de un grado medio-alto, como para los amantes de los paisajes naturales y los lugares tranquilos e idílicos.
