Parque de Juan Carlos I, Pinar de Barajas y el Parque Quinta de los Molinos

8-12-2012

El parque de Juan Carlos I fue inaugurado con motivo del nombramiento de Madrid como Capital Europea de la Cultura en 1992. Se construyó sobre el Olivar de la Hinojosa, antigua finca ya desaparecida, de la que sólo se conservan los 2.000 olivos centenarios que tiene el parque y el nombre, que es el del campo de golf anexo. 

El parque cuenta con: un lago de 30.000 m/2, una ría de 1.900 m. de longitud, 13.000 m. de paseos, 21 hectáreas de olivares, 19 esculturas al aire libre, un auditorio, el Jardín de las Tres Culturas, la llamada Estufa Fría y una pirámide solar. Hoy, vamos a darnos una vuelta en la que intentamos abarcar los puntos más importantes, combinando los más entretenidos para recorrer en tándem, junto con un recorrido por varios parques cercanos.
 

Cómo llegar al punto de inicio

Índice IBP: 36-MTB, fiabilidad-B

Antes de empezar, hay que señalar que el parque de Juan Carlos I tiene tres puntos de alquiler gratuito de bicis y tándem (por lo menos antes con lo que respecta a los tándem, ahora mismo desconocemos si siguen disponibles ya que había poquitos y estaban bastante maltrechos...). 

Punto de alquiler de bicis y tándems

El uso de este servicio se encuentra restringido al interior del parque y el préstamo es sólo durante una hora, con lo que si optáis por esta forma de recorrerlo, la parte del Pinar de Barajas y la Quinta de los Molinos no la podréis realizar, además de por normativa, porque están demasiado lejos para llegar hasta allí en el tiempo límite. No obstante, la mayor parte de esta ruta se recorre dentro del parque, que también cuenta con aseos, fuentes y una zona para volar cometas. Podemos descargar planos en Internet, por ejemplo, en la página del Ayuntamiento de Madrid.

Comenzamos por la entrada principal, situada en la glorieta de Don Juan de Borbón, donde encontramos la entrada al parking principal. 

Monumento a Don Juan, de Víctor Ochoa

También disponemos de dos parking más entrando por la Avenida de Logroño. Uno de ellos (el del Auditorio), comunica con el principal.

En esta entrada encontramos la primera de las esculturas (Monumento a la Paz, de Yolanda D'Augsburg) al lado de la Rosaleda, por donde accederemos a través de un puente.  

Monumento a la Paz, en la Rosaleda

El parque tiene una carretera circular de aproximadamente un kilómetro de diámetro. En nuestro trazado tratamos de recorrer la mayor cantidad de puntos relevantes en dos secciones: primero discurriendo por la parte exterior de esta carretera y, después, adentrándonos en la superficie interior.

Durante la primera parte recorremos algunos puntos con las mejores vistas del parque. 
Uno de ellos se encuentra situado al Norte. Se trata de una pirámide (conocida por nosotros como "La Espiral", por la forma de los dos caminos que llevan a su cima), coronada por la escultura Sin Título, de Jose Miguel Utande. 

Vista del parque desde "La Espiral"

Sin Título, de Jose Miguel Utande

Otro punto interesante por las vistas es un montículo en el Este, con la escultura hemisférica My sky hole/Madrid en la cima. Este montículo también de forma piramidal (por aquí conocido como "El Teide", gracias a nuestro amigo Luis), es fácilmente distinguible por los cuatro cipreses que lo coronan, entre los cuales se encuentra la escultura que hemos comentado, y tiene dos caminos de subida: el principal, más ancho y progresivo, y uno que podría llamarse "lateral", que no es más que un pequeño carril de hormigón, sólo apto para los más osados y con mejor forma física. 

Vista desde "El Teide"

De camino entre uno y otro bordeamos una tramo de la ría, masa de agua que recorre gran parte del parque. Por último, bordeamos el Auditorio situado justo en el extremo Sur. Durante todo el recorrido, gracias a la amplitud de diseño de los viales, podremos controlar visualmente la gran superficie del parque y siempre tendremos a la vista esculturas y puntos de referencia.

Ría

De aquí saltamos a la segunda parte del recorrido, un paseo serpenteante por los caminos interiores, rodeados por los olivos centenarios. Por ellos iremos descubriendo bellos rincones escondidos, como por ejemplo el Jardín de las Tres Culturas. Diseñado por Myriam Silber Brodsky, evoca la convivencia de la cultura cristiana, musulmana y judía en España a través de tres pequeños jardines, cada uno representativo de su cultura.

Jardín de las Tres Culturas

Espacio Méjico

También encontramos grandes estructuras, destacando Espacio Méjico, obra de Andrés Casillas y Margarita García Cornejo,  y la llamada Estufa Fría que, con su microclima en el interior, alberga una colección botánica de plantas exóticas de 220 especies y variedades.

Estufa Fría

Espacio Méjico

Por estos caminos, a los que les guste el ciclismo de montaña, encontrarán varias rampas y escaleras con las que amenizar el recorrido, así como bellas estampas desde lo alto de los puentes que cruzan la ría.

El punto y final al recorrido lo hacemos en la escultura llamada Viga, situada justo en la entrada principal.  

Viga, de Jorge du Bon

En su corta ascensión, encontramos una divertida prueba de pericia para tandistas que consideramos como la prueba para obtener el "carnet de tándem". Recomendamos que si lo intentáis, lo hagáis en la modalidad de piloto y copiloto, así ambos tendréis la experiencia en los dos puestos. Si se realiza la subida y la bajada sin poner pie a tierra, se considera como prueba superada y se podrá ostentar orgulloso el carnet de tandista, en ambas modalidades.

Hay otras esculturas que visitamos durante nuestro recorrido, algunas bastante curiosas como Dedos, Los Cantos de la Encrucijada, Fisicromía para Madrid o Pasaje Azul. Otras son llamativas como Manolona Opus 397, de Miguel Berrocal, o Encuentros, de Mustafa Arruf. Algunas se encuentran escondidas, como Homenaje a Galileo Galilei.

Detrás, Encuentros. Delante, Manolona Opus 397 

Fisicromía para Madrid, de Carlos Cruz Díez

Los Cantos de la Encrucijada, de Leopoldo Maler

Homenaje a Galileo Galilei, de Amadeo Gabino

Dedos, de Mario Irarrázaval

Pasaje Azul, de Alexandru Arghira

Otras esculturas que podemos encontrar en el parque, son: Eolos (Paul van Hoeydonck), Homenaje a Agustín Rodríguez Sahagún (Toshimitsu Imai), Homenaje a las víctimas del Holocausto (Samuel Nahon Bengio), My sky hole/Madrid (Bukichi Inoue), Paseo entre dos árboles (Jorge Castillo), Viaje interior (Michael Warren) y Sin Título, de Dani Karavan.

Por último, hay que destacar que el parque cuenta con una pirámide solar, donde se produce energía para los vehículos que transitan por el parque, además de albergarlos en su interior.

Pirámide solar

Nuestros pasos se alejan a través de un pequeño carril bici, que nos lleva hasta el Anillo Verde, del que recorremos apenas 100 m. para adentrarnos en el Parque Juan Pablo II, recorriendo sus dos fases temáticas: la primera, el Jardín del Sol y del Agua, la segunda, los Jardines Históricos del Mediterráneo. Nosotros las recorremos de pasada de camino al Pinar de Barajas, pero merece la pena hacer un par de eses por dentro de este parque para observar sus detalles.

Tras esto, atravesamos un campo de pinos jóvenes y realizamos un sencillo recorrido por el Pinar de Barajas. Es una zona forestal de casi 21 hectáreas, delimitada al Norte por la colonia Conde Orgaz y, al Sur, por la A-2. Tiene forma alargada y es un remanso de paz y tranquilidad, únicamente roto por el arrullo de la carretera. Hacemos un trazado de ida y vuelta hasta el final y nos disponemos a cruzar la A-2, dirección al Parque Quinta de los Molinos.

Los orígenes de este parque se remontan a comienzos del siglo XX, con la adquisición de la primera de las parcelas que forman la finca por parte de César Cort Botí, prestigioso ingeniero y arquitecto. El núcleo originario de la finca fue el entorno del palacete y la zona situada al norte del camino de Trancos o de la Quinta. El resto de la finca es el resultado de varias adquisiciones que realizó el Sr. Cort hasta los años setenta. A su muerte, en 1978, los herederos llegaron a un acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid por el cual la finca pasó a ser patrimonio del Ayuntamiento de Madrid, catalogándose como Parque Histórico en 1997. Está dividido en dos zonas claramente diferenciadas: la zona Norte, de estilo romántico-paisajista, y la zona Sur, de carácter agrícola. En sus grandes extensiones de arbolado podemos ver olivos, pinos y eucaliptos, destacando los almendros, que cuando florecen en febrero y marzo, ofrecen un bonito espectáculo.

Parque Quinta de los Molinos

Hacemos un recorrido por el interior del parque, visitando al principio la zona del palacete, la llamada Casa del Reloj y el molino, con sus invernaderos, jardines y su pequeño auditorio. Buscamos seguidamente los caminos más caprichosos y juguetones para maniobrar con el tándem, que nos llevarán a disfrutar de la paz del campo de almendros y, finalmente, a recorrer el perímetro casi completo, cerrado en su totalidad con cinco puertas de acceso. 

El retorno al punto de inicio lo haremos por el carril bici que discurre por la Avenida de Los Andes, que nos llevará derechos a nuestro destino.

Circular de El Yelmo

06-12-2012

El Yelmo, un gran bloque granítico de una sola pieza, característico por su forma de yelmo medieval, que resalta en la primera línea de la sierra de Madrid con el pueblo de Manzanares el Real a sus pies. 

Está situado en la zona Norte del Parque Natural de la Cuenca Alta del Manzanares, coronando la llamada Pedriza Anterior, que hace de cerramiento, por la zona Sur, a La Pedriza.

Cómo llegar al punto de inicio

Índice IBP: 87-HKG, fiabilidad-C

La mejor manera de visitar el Parque Natural de La Pedriza es accediendo al parking de Canto Cochino, situado en pleno corazón de la misma y con acceso cerca de la población de Manzanares. Al entrar, en el control de entrada, nos proporcionan un plano de la zona con los puntos más relevantes y una bolsa para recoger la basura que generemos. En caso de no haber madrugado lo suficiente, la ruta la podemos iniciar desde El Tranco, subiendo por aquí desde el pueblo hasta el parking, por el valle del río Manzanares.

Esta ruta es una delicia para los sentidos: por una parte, la gente que guste de rutas deportivas disfrutará de una ruta con un nivel ascendente conforme avanza el camino, culminando con la coronación del pico de El Yelmo. Por otro lado, si optamos por realizarla en primavera o principios de verano, disfrutaremos de los intensos olores del pino, la jara y diversas hierbas silvestres, del vuelo incesante de las mariposas y de la compañía esporádica de ardillas, cabras montesas y algunas aves, como por ejemplo, el acentor alpino. En otoño, encontraremos bonitos paisajes si la realizamos en días lluviosos.

Cabras montesas

Acentor alpino

Durante el recorrido, iremos pasando, en orden, por el Refugio Giner de los Ríos, el Tolmo y el Collado de la Dehesilla, desde el que tenemos una buena perspectiva de toda la zona. 

Refugio Giner de los Ríos

El Tolmo

Subiendo hacia el Collado de la Dehesilla

Vista desde el Collado de la Dehesilla

A partir de aquí, la subida se endurece un poco hasta alcanzar la plataforma donde se asienta el Yelmo, acercándonos por su retaguardia. 

Aquí se endurece la subida

En la parte final de este ascenso, donde empieza a suavizarse, nos sorprenderá repentinamente una espectacular panorámica de la zona Sur, vertiente en la que se instala nuestra ruta.

Panorámica de la zona Sur

Tras un tramo de sendero fácil, encararemos el reto grande de la excursión (que como comentamos es opcional). La trepada por la grieta posterior del Yelmo pondrá a prueba nuestra forma y nuestro vértigo, obsequiándonos finalmente con una panorámica de 360º de La Pedriza (al Norte) y de la meseta al Sur con un Madrid nítido de fondo en los días más despejados. Este paso no es complicado, sí es muy divertido y sólo hay un par de sitios con dificultad, correspondientes a los dos extremos de la chimenea (grieta) que debemos atravesar antes de coronar. La bajada se realiza por el mismo sitio.

salida superior de la chimenea
(vista desde la pradera)

Tanto los que decidan realizar esta pequeña escalada como los que opten por realizar un pequeño descanso mientras esperan a los que quieran subir, podrán disfrutar de la pradera de la base del Yelmo. Este es un lugar ideal para detenerse a la hora de la comida, donde se puede disfrutar de la paz y tranquilidad que ofrece la montaña mientras que observamos los muchos escaladores que aprovechan las paredes para practicar su deporte.

El Yelmo

Pradera de El Yelmo

De aquí parte el camino de vuelta, de bajada pura. No resulta complicado, pero en la bajada tendremos que prestar atención a las piedras, escalones y zonas de tierra a la vez que evitamos que los ojos se nos queden clavados en la impresionante vista que disfrutamos durante toda la bajada. 

Bajando hacia la pradera de la Gran Cañada

Encontraremos un descanso en la pradera de la Gran Cañada, idílico remanso de paz situado a media altura y que hace de cruce de caminos. 

Pradera de la Gran Cañada

El último tramo va haciendo cada vez más vertiginoso el descenso, hasta llegar cerca de la pradera de Canto Cochino. Este tramo nos da el punto de vista exacto para ver La Pedriza en toda su plenitud, ofreciéndonos una preciosa postal de montaña, con todo el circo iluminado por el sol que se cuela entre las agujas de la cresta de los Porrones.

Vista de la Cuerda Larga

Vistas del descenso (contraluz)

Atardecer por la cresta de Los Porrones

Callendo la tarde en la Pedriza

La Pista del Viejo Canal: los colores del otoño

11-11-2012

Con unos orígenes que se remontan a mediados del siglo XIX, el Canal de Isabel II se ha encargado de la práctica totalidad del abastecimiento de agua a la comunidad de Madrid.
La primera gran obra que marcó el comienzo de su funcionamiento fue el embalse del Pontón de la Oliva y el Canal del Lozoya (posteriormente rebautizado como Canal de la Parra tras su ampliación), que enlazaban, en su momento, la colosal obra con la ciudad de Madrid. 
En esta ruta planteamos un recorrido entre el pasado y el presente de la historia hidrológica de Madrid.

Cómo llegar al punto de inicio

Índice IBP: 78-MTB, fiabilidad-B

 El comienzo de nuestra ruta se encuentra a las afueras de la localidad de Torrelaguna, concretamente en el polideportivo, donde encontramos un buen lugar para aparcar. 

En el primer tramo, realizamos una subida para buscar uno de los muchos caminos de servicio que surcan estos montes con trazados accidentados y sinuosos, salvando gargantas de una manera más o menos fácil. 
 

Uno de los sifones que nos encontramos en el camino

Por los caminos del canal

Estos caminos asfaltados, aunque en mal estado de mantenimiento, nos ofrecen una manera fácil de recorrer la primera parte de la ruta entre tres grandes canales: el del Alto Jarama (visible por los altos de las laderas, podemos verlo con claridad en cada una de las gargantas que tiene que salvar, formando espectaculares sifones que tendremos que atravesar en varias ocasiones por debajo); el antiguo Canal de la Parra (no lo vemos hasta estar, más o menos, a medio camino entre Torrelaguna y Patones. Es visible en la parte más baja, semienterrado en el terreno y con forma de pequeños acueductos elevados cuando atraviesa las salidas de los barrancos que recorremos) y el más moderno, el Canal del Atazar, sobre el que circularemos buena parte del tramo, ya que el camino que recorremos surca la falda encima suyo. 

Dada la vegetación baja existente, podemos disfrutar durante todo el recorrido de una amplia panorámica de la vega del río Jarama a su paso por las localidades de Patones, Uceda y Torremocha de Jarama que, en época otoñal, se tiñe de amarillo, contrastando con los campos de intenso verde.

Patones de Abajo

En el camino visitamos el pequeño y encajonado pueblo de Patones de Arriba, con su característica arquitectura de pizarra. Tras esto, circularemos por el camino más alto, que más adelante nos llevará, a través de un rápido descenso, hasta la carretera M-134, que discurre desde el Pontón de la Oliva hasta el Pantano del Atazar.

Patones de Arriba

Tras cruzar la carretera, tomaremos una pista que nos zambullirá en la parte más baja del río Lozoya que, a su vez, es la más bella. El descenso es rápido, fácil, divertido y además encontramos varios puntos con espectaculares panorámicas de este cerrado valle, en algunas de las cuales veremos el Pontón de la Oliva.

Tras pasar Patones de Arriba

Una vez finalizado el descenso, el camino se hace llano, discurriendo por la vera del río y recorriendo los meandros que ha ido surcando tras milenios de erosión. Aquí encontramos uno de los rincones más idílicos que hemos podido encontrar: humedad y colores de mucho contraste, sobre todo ahora, en época otoñal, todo ello acompañado a nuestra izquierda por el Canal de la Parra que, excavado en la pared de roca, asoma en ocasiones. 

Nos encontramos con bellos paisajes otoñales

En este tramo encontraremos, casi al final, los azudes de Navarejos y la Parra, ampliaciones de la primitiva obra del Pontón de la Oliva, siendo el segundo de donde coje su nombre el canal que hemos recorrido. En este tramo podemos encontrar, en algún punto, pequeñas explotaciones de apicultura (deberemos tener precaución, sobre todo en primavera y verano, de no espantar a las abejitas para que no se alboroten) y también es fácil que compartamos camino con vacas, o que nos crucemos con ellas tumbadas o pastando en las pequeñas praderas del valle.

Cruzamos el azud de la Parra por el pequeño puente (es bajo pero da un poco de impresión). Justo a la salida, hay una zona de desprendimiento, aunque esta vez ya habían retirado gran parte y se puede pasar bien.

Presa de la Parra

Tras un pequeño tramo por un sendero estrecho que corresponde al GR10, alcanzamos una pista atravesando un pequeño puente, que asciende por el valle del arroyo Robledillo, que tomaremos a la izquierda en dirección de subida.

Arroyo Robledillo

Tras un rato de pedaleo, no demasiado duro pero intensivo, alcanzamos un cruce de pistas en un alto donde tomaremos la derecha para continuar subiendo por una pista más amplia.  

Vista desde el cruce de pistas

Al final de la pista, recorremos una parte de un cortafuegos justo en lo alto de la cresta, para enlazar con otra pista que nos llevará hasta la población de Alpedrete de la Sierra. 

Alpedrete de la Sierra

El último tramo de pista, tras una rápida bajada, se hace un poco pesado por el empedrado que tiene el camino. Después de atravesar el pueblo, cogemos otra pista del canal a la derecha que tiende suavemente a subir y nos lleva de vuelta hacia el Pontón de la Oliva. Este tramo se hace en ocasiones un poco pesado ya que, pese a ser asfaltado, el firme está muy deteriorado. Aún así, las vistas de la zona que hemos recorrido son espectaculares.
 

Tras pasar Alpedrete

Esta carretera culmina con un trepidante descenso al más puro estilo puerto de montaña, de los que ponen a prueba los frenos y la templanza del piloto y copiloto, que termina al pie del Pontón de la Oliva. La historia de esta presa es breve y triste. Tras su complicada construcción, dados los medios limitados de la época, el uso de presos de las guerras carlistas (además de obreros), las duras condiciones de trabajo (por el clima y la orografía de la zona) y una epidemia de cólera que afectó al campamento, posteriormente y poco después a su construcción y puesta en servicio, se detectaron filtraciones al terreno en su cimentación. Un fallo en la elección del emplazamiento por parte de los ingenieros, hizo inviable su funcionamiento en periodos de estiaje. Como consecuencia de ello, se amplió la obra con los azudes y, tres decadas más tarde, se dejó de utilizar tras la construcción de la presa de El Villar, sobre el mismo río, aguas arriba.

Pontón de la Oliva

El final de nuestra ruta es un tramo de unos 10 Km. por la carretera M-102 que nos lleva de vuelta a Torrelaguna, pasando por Patones de Abajo. A nuestra derecha nos acompañará, una vez más, el Canal de La Parra, semienterrado en la ladera con sus desnudos muros de mampostería soportando el paso de los años. Hasta hace un tiempo el canal se podía recorrer por encima en su totalidad. Los años, con su consiguiente deterioro y la falta de mantenimiento, ya que este canal se encuentra en desuso, hacen imposible (e incluso peligroso) transitarlo en bicicleta, ya que hay tramos cortados por algunos desplomes y existe el peligro de que algún tramo se hunda por el peso. No obstante, recomendamos recorrerlo caminando en plan excursión, siempre con precaución, ya que no dispone de barandillas y algunos tramos tienen gran altura.